Las caras de buendía

Cien años de soledad – gabriel garcía márquez

En la zona conocida como «La Península», a sólo 3 ó 4 km de Buendía, se combinan el arte y la naturaleza. En 1992, el restaurador de fachadas Eulogio Reguillo y el ceramista Jorge Juan Maldonado empezaron a tallar con picos, cinceles y otras herramientas esculturas en las rocas de arenisca. Algunas de ellas están inspiradas en dioses indios, budas, cruces templarias e incluso en el director de orquesta y pianista Beethoven.

Actualmente, la Ruta de las Caras cuenta con 18 esculturas de diferentes dimensiones, desde 70 centímetros hasta 4 metros de altura, que encontraremos a lo largo del recorrido circular de aproximadamente 1,5 km, y que nos permiten disfrutar, junto a las impresionantes esculturas, de las hermosas vistas en este entorno natural de los humedales de Buendía.

Guía de la Ruta de las CarasGaleríaRuta de las Caras Buendía 1Ruta de las Caras Buendía 2Ruta de las Caras Buendía 3Ruta de las Caras Buendía 4Ruta de las Caras Buendía 5Ruta de las Caras Buendía 6Ruta de las Caras Buendía 7mas

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La sombra más alargada de la novela la proyecta el hijo de José Arcadio, el coronel Aureliano Buendía. Al ser el miembro más destacado de la segunda generación, es a través de sus triunfos y fracasos como llegamos a comprender el tema de la soledad. Él cumple con los requisitos de la novela de mito circular e historia lineal. La frase inicial del primer capítulo invoca un tiempo mítico, en lugar de lineal, para que la trama cierre el círculo más adelante: «Muchos años después, mientras se enfrentaba al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía iba a recordar aquella tarde lejana en la que su padre le llevó a descubrir el hielo». En ese comienzo alusivo, el futuro y el pasado de la novela se vinculan, de modo que se le identifica como la presencia más palpable de la novela, una figura histórica absurda, con cualidades míticas. Pero García Márquez nos engaña; el Coronel no es asesinado por un pelotón de fusilamiento. Muere, finalmente, en la soledad, apoyado en el mismo castaño donde estuvo atado su padre loco durante tantos años.

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Como hemos señalado, nos enteramos de que la adolescencia hizo a Aureliano silencioso y «definitivamente solitario». Su conducta melancólica nos hace eco y presagia una acción que sabemos que debe ocurrir pronto. Siempre está callado y sometido. Presiente los acontecimientos futuros de forma intuitiva, pero su don de profecía se convierte en el motivo de todas sus desventuras posteriores. Rebeca (que deambula por Macondo, llevando los huesos de su familia en una bolsa, comiendo tierra y restos de cal) trae a Macondo la muy contagiosa plaga del insomnio y la amnesia. Es Aureliano Buendía, todavía un niño, quien da con la solución que permite al pueblo recordar las cosas hasta que pase la plaga. Este episodio le otorga, por casualidad, poderes legendarios.

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El estilo realista mágico y la sustancia temática de Cien años de soledad la consagraron como una importante novela representativa del Boom literario latinoamericano de las décadas de 1960 y 1970,[5] influenciado estilísticamente por el Modernismo (europeo y norteamericano) y el movimiento literario cubano de Vanguardia.

Desde que se publicó por primera vez en mayo de 1967 en Buenos Aires por la Editorial Sudamericana, Cien años de soledad ha sido traducida a 46 idiomas y ha vendido más de 50 millones de ejemplares[6][7][8][9] La novela, considerada la obra magna de García Márquez, sigue siendo ampliamente aclamada y se reconoce como una de las obras más significativas tanto del canon literario hispano[10] como de la literatura mundial[1][3].

Gabriel García Márquez fue uno de los cuatro novelistas latinoamericanos incluidos por primera vez en el Boom literario latinoamericano de las décadas de 1960 y 1970; los otros tres fueron el peruano Mario Vargas Llosa, el argentino Julio Cortázar y el mexicano Carlos Fuentes. Cien años de soledad (1967) dio a García Márquez fama internacional como novelista del movimiento del realismo mágico dentro de la literatura latinoamericana[11].

Muchos años después, al enfrentarse al pelotón de fusilamiento, el coronel

Intrincados rostros esculpidos en la fachada natural del entorno se funden con el ya de por sí bello y simbólico paisaje de los pantanos de Buendía en un lugar conocido como la Ruta de las Caras. El nombre se traduce como «Ruta de las Caras», donde una serie de senderos o «rutas» llevan al visitante por un viaje cultural y artístico de descubrimiento espiritual.

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Los pantanos de Buendía están repletos de densos bosques de pinos y roca arenisca, en la que se han esculpido unas 18 esculturas y bajorrelieves. Varios artistas se han unido a lo largo de los años para crear la impresionante colección, que cuenta con obras de entre 1 y 8 pies de altura.

Tanto los amantes del arte como los de la naturaleza vienen desde kilómetros de distancia para disfrutar de estas esculturas, que rompen los límites de los museos tradicionales y dejan atrás las zonas urbanas más artísticas por la tranquila serenidad del bosque. El arte sirve para explorar y magnificar la relación profundamente complementaria entre la escultura y la naturaleza, tanto para el artista como para el espectador.

La reflexión sobre esta simbiosis se ve reforzada por la naturaleza espiritual del arte, ya que los rostros tienen un significado místico-religioso. El concepto de formas humanas inscritas en contextos naturales, totalmente integradas en la piedra arenisca en este caso, es una noción profundamente arraigada en la condición humana. Las culturas siempre han considerado nuestra relación con el resto del mundo tratando de integrar ambos, a menudo a través de la escultura artística, que se encuentra desde el Egipto faraónico hasta estas estatuas modernas.

Por Emilio Velazquez

Soy Emilio Velazquez webmaster y principal redactor de webinstant.es . Me encantan los perros y el café caliente por las mañanas.